«Una pareja de walkie-talkies para un hijo único como yo, no es un regalo. Es una faena. ¿Y con quién hablo? Así, salió al aire por primera vez por el canal 14 mi voz aguda de niño de doce años en aquel verano de 1978. Preguntaba si alguien me escuchaba. El corto alcance de aquel juguete hizo inútil el esfuerzo. Aquel niño de doce años que vivía sin hermanos, trepaba por los muebles para poner cables de antena cerca del techo y conseguir que alguien contestara. No había nadie más en casa, y necesitaba hablar».
¿Me copias?
Son los recuerdos de Juanma Ortega, muchos años en Los 40 y ahora animador del Carrusel Deportivo de Cadena SER. De la infancia a la adolescencia:
«Conseguí por fin una emisora, y vinieron mis primeros amores, mis primeros grupos de amigos, mis primeras desilusiones, y mis primeras aventuras. Todo en forma de ondas, porque la vida sin radio era demasiado dura, separada, distante. Al ritmo de “¿me copias?” bailaron mis recuerdos de juventud, entre el ruido de las modulaciones».
«Recuerdo la enorme alegría con la que pedía a mi madre que aparcara su Seat 600 con enorme antena cerca de la ventana de su tienda para poder pasar el cable y modular. Mi vida social dependía de que hubiera sitio para aparcar bajo esa ventana».
«Ponía música. Recuerdo que era mucho más animado hablar con otras personas si de fondo dejaba sonando aquel viejo tocadiscos con los escasos vinilos de oferta que podía permitirme vendiendo postales con mamá».
La emisora de un hombre-orquesta
Del walkie-talkie a la construcción de un emisor de FM con un apoyo familiar incondicional:
«El famoso kit SK-141 -que aún conservo y funciona- hizo que pudiera por fin hacerme presente en los aparatos de radio de todos mis vecinos. Costó bastante más que escogieran una emisora cuya programación consistía en las mismas cintas de cassette una y otra vez. Mi antena en el balcón transmitía programas absurdos pero originales en unos años ochenta en los que se contaban las emisoras por centenares«.
«Mamá me prestó su tabla de planchar y ponía cada noche su transistor bajo la almohada y escuchaba, atónita, cómo su hijo pedía llamadas a las dos de la mañana al teléfono de casa. No se oponía. De hecho, simulaba ser una oyente y se colaba en mi cuarto para verme ‘trabajar’”.
«Con dieciséis años robé la tabla de planchar de mi madre para colocar sobre ella un par de giradiscos y una emisora que yo mismo construí pieza a pieza. Una antena en el balcón me hizo presente en los aparatos de radio de los vecinos. Mis primeros programas de los años 80 se basaban en música en vinilos de segunda mano, jingles a base de cortar y empalmar cintas de cassette y… publicidad. Voluntariamente. Podía no ponerla. No tenía anunciantes aquella radio de dormitorio de quinceañero, pero era algo que pedía el cuerpo si quería parecer radio de verdad. Un pequeño bar de la Gran Vía de Barcelona recibió publicidad gratuita casi sin saberlo».
«La radio comunica. ¿Por qué no comunicar lo bueno de quién algo ofrece? Los sandwiches de aquel establecimiento eran extraordinarios. Compartirlo con mis diez o doce oyentes era algo orgánico. Natural. La quintaesencia de la publicidad ¿no es compartir una experiencia? No dije que eran caras las cervezas o que las sillas, incómodas. Y no me culpo. Ese no era mi papel. Mi misión era hacer que los que me escuchaban se imaginaran mordiendo un excelente pan perfectamente tostado mientras un espeso hilo de queso fundido caliente se extendía hasta combarse».
Profesionalismo y legado
«Luego vino el concurso de DJ, veinte años que volaron en Los 40 Principales, ocho rompiendo moldes con Anda Ya, el increíble mundo de la publicidad, los directos de Hoy por Hoy y un Carrusel que me cayó por sorpresa casi tres años atrás».
«Sigo pensando que alguien que no escucha la radio, no puede ser persona. Y miro al futuro con la ilusión de preparar nuevas generaciones de figuras que den calidez y compañía a este medio, que se adapta a los tiempos y que ha sabido cambiar el dial por direcciones de Internet y el transistor por el móvil«.
«Cada uno de los alumnos a los que tengo la suerte de ayudar, vive como yo la ilusión de hacer radio desde su casa para crecer sin barreras. Y con algo que yo no tuve: sabio consejo profesional. Quizá no tengan que trepar por los muebles poniendo antenas, pero sí conseguir en estos tiempos difíciles financiación para ponerse en marcha, quizá con la ayuda de una madre como la mía, que hasta su último día me apoyó.
El día que yo deje este mundo, en mi último suspiro, me iré sabiendo que toda mi vida ha girado en torno a aquellas ondas que un juguete inútil lanzaba preguntando… ¿Alguien me escucha?»
[Textos publicados en la revista Anuncios del mes de marzo de 2013 y en el site de Juanma Ortega ilustrados con imágenes procedentes de Los 40 y Locos por la Radio]
Juanma Ortega, una persona espectacular en todos los aspectos, poca gente tan encantadora puedes cruzarte por el mundo