«Este madrileño de cuarenta y un años puede parecerle a algunos oyentes demasiado joven para asumir las mañanas de RNE, pero les aseguro que, si le dejan, terminará haciéndose su hueco en la radio española y devolviéndole a la radio pública el brillo que, por justicia, le corresponde. Tiene maneras, escuela y mucho oficio. Sin embargo, me temo, las peleas ideológicas y la falta de independencia de la Corporación, son serias amenazas para cumplir con este objetivo, que tampoco pudo desarrollar ninguno de sus predecesores».
Con estas palabras, Gorka Zumeta (SER, Punto Radio) respalda la labor de Menéndez al frente del programa matinal de Radio Nacional tras dos meses en el puesto. El donostiarra, que busca su complicidad asegurando que «esto de la radio es, lo sabes bien Alfredo, como un coche nuevo; Cada vez lo vas conduciendo mejor, con mayor soltura, ¡se te nota!«, se remonta a la anterior etapa profesional de Menéndez:
«La dirección de la cadena pública sorprendió con la elección de Alfredo Menéndez, un periodista de radio, proveniente de Onda Cero, donde ejerció como director de los informativos locales de Madrid desde 2004 (…) Alfredo ya sorprendía entonces con su tono tan personal de servir la información y el análisis. Nueve años haciendo local en la emisora de AtresMedia forjan a cualquiera. Es más, siempre he dicho que la escuela de lo local es la mejor para bregarse en este oficio».
Zumeta retrata las líneas maestras del estilo de Alfredo Menéndez:
«De entrada sorprendía en Menéndez el desparpajo con que asumía la responsabilidad. Resulta muy difícil en radio mostrarse tal cual eres. Su estilo atraía por su frescura, complicidad, proximidad y, si me apuran, educación. Me recordaba, formalmente, al estilo de Juan Ramón Lucas, que tanto atrajo en otra etapa.
(…) He oído, en algún foro, la frase, sin duda despectiva, de que “Alfredo Menéndez es la marca blanca de Juanra Lucas”. Que hay parecidos –lo estoy comentando- es evidente; pero de ahí a descalificar a uno por ser copia del otro, media un gran trecho. La escuela de la naturalidad en radio, de la que también bebe Carles Francino, es relativamente reciente. Juanra fue uno de los primeros que adaptó su estilo a este deliberado acercamiento narrativo con el oyente, pero conste que no ostenta la exclusiva.
Me gusta el estilo de Alfredo Menéndez. Las mañanas de RNE tienen, otra vez, vida. Brillo. Su nuevo director ha hecho un esfuerzo por reorientar el programa, y hacerlo arropado por grandes personajes que están desfilando, a modo de Master Class. Alfredo le habla al oyente con un “usted” muy cercano, muy cómplice. Su voz es la voz de un tipo normal, no tiene la proyección de Carlos Herrera, absolutamente apabullante e irrepetible, ni su presencia en la antena. Ni tampoco la cercanía de Gemma Nierga. ¡No! Alfredo Menéndez ha encontrado su puesto en las mañanas de la radio pública gracias a su propio personaje: un periodista normal, encarnado en un tipo normal, incluso dotado de una voz también normal que, en ocasiones, se torna casi estridente, sin que llegue a molestar en ningún caso. Su acento, muy madrileño, con toques incluso castizos, incorpora, y transmite una cierta incredulidad por lo que cuenta, que le aporta distancia respecto de la actualidad, a veces tan sorprendente. Está claro que no quiere significarse, ni dar abiertamente su opinión como Ernesto Sáenz de Buruaga o el mencionado Herrera, tan acostumbrados a hacerlo».
El periodista donostiarra tiene claro que el actual conductor de Las Mañanas de RNE «necesita tiempo para consolidar un proyecto, ganar en solidez y credibilidad» y desgrana algunos aspectos concretos del programa:
«Como Juanra Lucas, Alfredo Menéndez comienza con la información meteorológica. Es una acertada apuesta la de ambos. Cuando un español se levanta por las mañanas, por lo general actúa de la misma manera: se despereza, se levanta, mira por la ventana para ver el día que hace, escucha las previsiones del tiempo en la radio y acude al servicio.
Abre los primeros tramos de la mañana con un comentario sobre la actualidad del día en el que, con tres pinceladas, el oyente se sitúa perfectamente en la jornada que va a vivir, sin que falte nunca el tiempo (…) y siempre, siempre, saluda y agradece en antena el trabajo de todos cuantos desfilan por Las Mañanas de la cadena pública. Con entusiasmo contagioso, que nunca sobra.
Me gusta el tramo informativo, por el ritmo que presenta, por la valoración de las noticias y por su exposición. Incluso el tiempo de la tertulia en el que, siguiendo la escuela de Carlos Alsina (a quien tuvo cerca en Onda Cero), Menéndez, que parece haber bebido de todas las fuentes, saluda y charla muy cordialmente con sus contertulios, enfrascado en breves conversaciones “de ascensor”, intrascendentes, pero humanizadoras.
Hay que reconocer esfuerzos en los modos, lo que podría entenderse como una apuesta por la creatividad. En el tramo informativo, por ejemplo, se ha introducido la crónica ‘ambientada’, a través de efectos especiales -helicópteros, coches, aviones, etc.- que nos ‘trasladan’ al lugar donde sucede la noticia aunque al final, día tras día, resulte algo reiterativo, y hasta previsible… En las entrevistas, me gusta el juego que consiste en recurrir al inmenso archivo de RNE, para rescatar antiguas declaraciones de sus invitados, en un retrojuego, que busca la reacción de sorpresa del entrevistado por sus propias palabras, o incluso la actualización de sus declaraciones. Sin embargo, el tono es demasiado amable, bordeando en ocasiones lo lisonjero; aunque Alfredo Menéndez se esfuerza por buscar el titular a base de preguntas inteligentes».
Gorka Zumeta también detecta virtudes e interrogantes en el tramo de magazine:
«A partir de las diez, se hace acompañar de Javier Capitán (…) Esa figura dual del presentador, rol repartido en dos personas, me trasmite, tal vez, inseguridad en la propia capacidad de Alfredo Menéndez de asumir por sí solo este último tramo. Inseguridad trasladada bien por los jefes, o bien por el propio Menéndez, que parece necesitar a Capitán para ocuparse de una continuidad que él no es capaz de absorber con eficacia por sí mismo. No estoy de acuerdo».
A un periodista que se ha dedicado toda su vida profesional a trabajar en informativos, cambiarle el registro, y desprenderle de la red del guión, dejándole en caída libre, y agobiado ante una improvisación que no sabe si llegará, el reto del magazine es un auténtico compromiso y, hasta cierto punto, puede necesitar, al comienzo, un pequeño refuerzo en forma de competente escudero, que actúe a modo de co-presentador. Pero intuyo a Menéndez perfectamente capaz de torear solo en la plaza».