Cuando las cabezas pensantes de PRISA/Unión Radio decidieron que lo de celebrar conciertos pre-navideños denominados Principales Solidarios ya estaba agotado –coincidió con un indigesto repunte de telemaratones y similares- decidieron que el gran evento anual de la radio-fórmula musical líder de audiencia en España sería (no esperes originalidad) una entrega de premios.
Corría el año 2006 –cuadragésimo aniversario de los Cuarenta– y la lista semanal ya se hacía a través de la recopilación de los SMS enviados por la audiencia (admitamos pulpo como animal de compañía) y fue esa misma técnica, digamos, democrática la que se decidió aplicar a la hora de repartir los Premios 40 (siguiendo los pasos de los MTV Awards).
Las cuatro ediciones de los Premios 40 Principales se han desarrollado en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, instalación que, pese al nombre, no tiene la celebración de competiciones deportivas como su principal función. La segunda de ellas contó con el incombustible Tony Aguilar (Del 40 al 1, Internight) como maestro de ceremonias. Aguilar anduvo como pato en el agua en su zona del escenario, que recreaba un estudio de radio-fórmula (o cabina de DJ) desde el que presentó y, aparentemente, hizo auto-control del audio o, al menos, de ciertas ambientaciones sonoras, durante toda la gala.
La idea resultó acertada y original: Aguilar se mostró cómodo (como si presentara su antiguo Fan Club con público) y logró dotarle a la gala de personalidad y ritmo. En esto último no le gana nadie. Además, el planteamiento rendía honores a la condición radiofónica de Los 40 Principales. Pero un año y no más, santo Tomás. Y menos ahora que los Ondas – también del universo PRISA/Unión Radio- pierden también su ADN radiofónico de forma gradual.
Así que en las siguientes ediciones a Tony Aguilar le han acompañado otros dos compañeros de la cadena: El pujante Frank Blanco y le necesaria cuota femenina, Sira Fernández (Órbita Pop), otra clásica de Cuarenta. El cambio ha convertido la gala en un clon del resto de su especie, una más de esas ceremonias previsibles y tediosas… que te voy a contar.
No es que el tres por uno (o uno por tres) comentado fuera tan trascendente como para variar el carácter del evento, pues una gala de entrega de premios es lo que es y los bostezos no suelen dejar sitio a mucho más, pero el guiño radiofónico y el hecho de que los Premios 40 tengan algo de concierto con un público adolescente, entregado y bullanguero (un año pitaron a Nelly Furtado cuando la estatuilla del muelle no fue concedida a sus competidores Tokio Hotel) eran o son características poco habituales.
Pero el emporio Cuarenta se ha diversificado (agencia de viajes, tarjeta de crédito, portal web, musical, revista,…) e internacionalizado (emisoras primas-hermanas en varios países de Latinoamérica) y la radio, a ojos de quienes tomas las decisiones estratégicas de turno, va a menos así que se impuso lo predecible: Trío de presentadores joviales, ingeniosos (es un decir), frescos (nunca entenderé en qué consiste la frescura aplicado a personas), sonrientes,… En la edición de 2009 la voz en off los presentó, al principio de la gala, como “La voz, la cara y el cuerpo de Cuarenta”. Ahí queda eso.
Da la impresión que el formato Aguilar y su estudio cara al público fueron descartados porque:
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-La era de los reproductores de MP3, Youtube, Spotify y el P2P ha logrado que cualquier elemento radiofónico pueda ser interpretado por la audiencia potencial de la gala como pre-histórico, sinónimo de aburrimiento o, simplemente, desconocido.
-Frank Blanco (presentador del programa-despertador de la cadena) pide paso tras su periplo televisivo, pobre en audiencia (CQC en La sexta) pero que ha demostrado sus cualidades en la pequeña pantalla.
-Aguilar sigue siendo santo y seña de Cadena 40 (ahora en Internight) pero su aspecto –ley de vida– es menos juvenil. Y mantener la conexión con el público de Cuarenta es básico.
Aún así, Toni Aguilar no parece empujado a buscar nuevos horizontes en breve como hicieron en su momento otras voces con galones de la cadena como J.A. Abellán (COPE), Fernando Martínez Fernandisco (Punto Radio), Yolanda Valencia o Juanma Ortega (Cadena SER) sino que se marchitará como el añorado Joaquín Luqui en los Cuarenta. Me ratifico: Aguilar sigue siendo pieza clave en la temporada 2009/2010 como demuestra que al día siguiente de la gala estuviera a las diez de la mañana al frente de Del 40 al 1. O su condición de bombero: Es enviado a aquel horario que necesita un empujón. En su último destino, la noche, planta cara al ímpetu de Ponte a Prueba en Europa FM.
La ceremonia de 2009
Mucho despliegue técnico y humano pero la gala se vio por Cuatro en diferido y de de madrugada (como la ceremonia de los Ondas o los Premios AS del deporte) y en directo sólo –lo de sólo es un decir- por la web (previo registro), Canal+ y 40tv (ambas de pago). Cierto que cualquier programa musical –OT aparte– es sinónimo de fracaso en televisión generalista pero, ¿por qué no en 40 Latino, disponible en TDT? No creo que ningún abonado o abonada de Digital+ agradezca la exclusividad de un evento claramente promocional y en abierto multiplicaría su notoriedad, que es la principal motivación de este espectáculo claramente orientado a las compras navideñas.
La retransmisión, a través de la propia Cadena 40, estuvo capitaneada por Kiko Bejar y Ramón Redondo (Ingravidez). Cuidaron el producto con media hora de previo que incluyó algún anodino reportaje de Edu Naranjo y conexiones con la alfombra azul, que no roja. Ah, incluido el encontronazo de Redondo con los guardaespaldas de Robbie Williams… Por un momento el universo perennemente risueño de Cuarenta se tiñó de realidad y tensión. Falsa alarma, todo volvió a la normalidad de inmediato.
En cuanto a la gala, desfilaron por el escenario famosos y famosas del mundo del deporte, el cine, la televisión y, claro está, la música al estilo de los Premios MTV. Afortunadamente, con más de la espectacularidad y empatía de los eventos made in U.S.A. que de la pretendida solemnidad de los habituales por estas latitudes.
Vamos con lo bueno y lo malo. De lo segundo, premios a grupos predecibles y mainstream (por algo la votación, aseguran, es popular), un Héctor Barberá poco dotado para hablar en público, las voces desagradables de la actriz María Castro y Amaia Montero (ésta última tanto hablando y cantando), un guión mediocre y repleto de tópicos, los actores juveniles de la serie Aída -Eduardo Casanova y David Castillo- sin recursos ni complicidad, los premiados procedentes de los países sudamericanos (desde 2007), totalmente desconocidos por estos lares y empeñados todos ellos y ellas en dedicar su galardón a un tal dios.
Entre lo mejor: Un Javier Cámara que, a falta de consignas claras, decidió animar el cotarro a base de histrionismo apelando a su faceta de clown speedico. Y Robbie Williams, de vuelta de todo, y amparado en su paródica chulería. Por la tarde no sabía en qué tipo de acto iba a actuar, por la noche se lanzó a tararear uno de los jingles históricos de Cadena Cuarenta.
Se echó en falta alguna actuación crossover inédita como la que reunió a Calle 13, Mayumaná y El Canto del Loco en 2008 (son una constante de las galas en EE.UU.) y la necesaria dosis de glamour de mano de una estrella de Hollywood, que resultaba premiada -¡oh, casualidad!- coincidiendo con su visita promocional a Madrid (Will Smith, Jim Carrey). Oportunismo aparte, como en el caso de Williams, son profesionales y saben montar el show. Y de eso se trata.
Imagen / Los 40.com, emilioxulo